El edificio más antiguo que se conserva en el pueblo es la Iglesia, construida a principios del siglo XVI y ampliada en los siglos XVII y XVIII. La Iglesia del Picazo se encuentra construida en una pequeña elevación situada en el centro del pueblo. Actualmente, motivado por los rellenos de las calles, para prevenir las avenidas de agua de la rambla de Tébar, apenas se percibe, salvo por el lado este. Esta construcción de los templos en lo más alto de la población era la norma desde la más remota antigüedad. La iglesia actual, de una sola nave y con el altar mayor orientado, como era costumbre, a Jerusalén, fue construida a comienzos del siglo XVI. Es muy probable que se haya construido sobre una ermita o iglesia anterior, ya que no es normal que existiendo población cristiana en la primitiva aldea, al menos desde el siglo XII, no tuviera algún lugar para el culto. La primeras noticias que tenemos de la iglesia son de mediados del siglo XVI, del libro de enterramientos en donde se registran enterramientos que se realizan en tumbas de la iglesia en donde ya estaban enterrados padres y abuelos de los fallecidos. De lo que se deduce que debió construirse muy a comienzos del siglo.
El nomenclátor de la diócesis de Cuenca la describe así:
Fábrica de mampostería y sillares en las esquinas. Torre cuadrada situada en el centro del hastial de poniente sobresaliendo de la línea del muro y de dimensiones más reducidas, abrazada por cornisa engolada de piedra que recorre todo el edificio como alero y marca cornisa en la torre el comienzo del segundo de los tres cuerpos que tiene, un solo hueco de medio punto con impostas realzadas, para la campana. la portada del Mediodía de arco adintelado encuadrada por moldura de línea quebrada, con meandros en el lado superior, ocupado el del centro por carnosa flor de dos pétalos en sentido vertical. Sobre el dintel, entablamento bajo frontón con hornacina de concha ocupada por imagen de piedra de la Virgen. Al Norte portada también de piedra de líneas más clásicas. Ábside de tres lado por el exterior con contrafuertes en ángulo formando un conjunto, bien situados éstos.
La portada Norte tiene unas puertas que fueron fabricadas en 1691, según consta en una inscripción grabada en ellas.
En cada una de las puertas existen unas cancelas construidas en el siglo XVIII, talladas y de muy buena ejecución.
La primitiva iglesia fue construida de una sola nave y carecía de todas las capillas que existen en la actualidad. Solamente existían unos pequeños altares adosados a las paredes en los arcos que hoy dan acceso a las capillas.
Plano de las Capillas
Capilla de los Carrillo
La primera capilla que se construyó fue la que se encuentra en la fachada norte, primera a la izquierda, junto a la sacristía. Fue construida a finales del siglo XVI. Los primeros propietarios conocidos fueron Damián Pérez del que desciende la familia [Pérez] Carrillo y su cuñado Ambrosio Rodríguez. Se utilizaba como panteón de ambas familias.
Fue mandada construir por Ambrosio Rodríguez a cargo del patronazgo que fundó su hermano Adrián Rodríguez, clérigo, y al que agregó una huerta en el camino de Alarcón, una casa en el Picazo además de la propia capilla que estaba construyendo.
A su fallecimiento, el 14 de setiembre de 1619, todavía no estaba terminada y fue enterrado, provisionalmente, delante del altar de la Virgen del Rosario y, una vez terminada se trasladaron los restos a la nueva capilla.
Consta el enterramiento en ella de Don Juan Hidalgo Carrillo y su mujer Doña Ana de Morales; Don Domingo Pérez Carrillo y su mujer Doña Juliana Ruiz de Monsalve; Don Andrés Ruiz de Monsalve; Don Ambrosio y Don Adrián Rodríguez y Don Juan de Toledo Herráiz, Comisario del Santo Oficio, entre otros muchos miembros de sus familias. En 1723 Don Ambrosio Rodríguez, presbítero, descendiente de Adrián Rodríguez, inició un pleito con las herederas de D. Domingo Pérez Carrillo sobre la posesión y propiedad de la capilla.
Capilla de Nuestra Señora del Rosario
La capilla de Ntra. Señora del Rosario, que es la primera a la derecha, fue construida en el siglo XVII por la Cofradía del Rosario. El 5 de junio de 1678 D. Juan de Toledo Herráiz y D. Antonio Muñoz, presbíteros del lugar del Picazo y Mayordomos de la Cofradía de Ntra. Sra. del Rosario, presentaron escrito ante el Obispado de Cuenca solicitando ampliar la capilla de la Virgen del Rosario sita en la Iglesia, que consistía en un altar adosado al muro, y que para ello contaban con 6.000 reales de limosnas. Nadie se opone a la construcción de la capilla y se nombra para que haga el informe técnico a Pedro Gabaldón, maestro alarife de Motilla del Palancar:
En el dicho lugar del Picazo el dicho dia honce de julio de mill y seiscientos y sesenta y ocho años, ante el dicho Sr. Juez de Comision parezio el dicho Pedro Gabaldón, maestro alarife, vecino de la villa de la Motilla y debajo del juramento que tiene echo dijo y declaro que en conformidad de lo contenido en el despacho del Sr. Provisor que le ha sido notificado ha visto y reconocido la capilla de Ntra. Sra. del Rosario que esta en la Iglesia parrochial de este dicho lugar al lado de la epistola y para alargarla y ponerla en correspondencia de otra que ay al lado del evangelio que asi mismo ha visto, alla ser necesario demoler el lienzo de pared de dicha capilla de Ntra. Sra. que esta al sol de mediodía y alargar los testeros del sol naciente y poniente catorze pies cada uno y volverlos a unir con el lienzo de pared que nuevamente se a de hazer sacando los cimientos vara y media o lo mas que fuese necesario hasta topar firme subiendo desde ellos hasta lo alto treinta pies conforme lo obrado en la capilla con quien a de corresponder…
El 11 de agosto de 1678 el Obispado aprueba la obra y se publican edictos para la subasta de la construcción de la capilla, en el Picazo, Tébar, Alarcón, Mahora, Quintanar y Motilla. La mejor postura fue de Francisco Gabaldón, maestro alarife de Motilla, que ofreció realizar la obra por 6.900 reales, pagaderos en tres plazos: el primero, al comenzar las obras, el segundo a la mitad y el tercero al terminar. Se obliga a tener terminada la obra para el día de la Virgen de marzo de 1679. El retablo original fue construido, en parte, a expensas del Capitán D. Diego de Lorca Figueroa, alcaide de la fortaleza de Alarcón, morador en el Picazo.
Capilla de los Montoya
Cuando se trasladó a vivir al Picazo la familia Montoya, a mediados del siglo XVII, Don Diego de Montoya construyó una capilla en donde estaba el altar de Santa Catalina, segunda capilla de la izquierda, para panteón de su familia. Es la capilla más pequeña y tiene una estructura totalmente diferente a las demás capillas. Por la parte exterior carece de cornisas. Esta capilla pasó posteriormente, por herencia, a la familia Villanueva y más tarde a la familia Baíllo, En la primera mitad del siglo XX era conocida como la capilla de los Baíllo. Antiguamente estaba cerrada con una pequeña reja. Actualmente está colocada en ella la pila bautismal que antes estaba situada debajo del coro.
Don Antonio Liberato Villanueva Aulestia fue la última persona enterrada en la iglesia, en esta capilla, el 30 de setiembre de 1830, bastantes años después de la construcción del cementerio viejo.
Capilla de los Portillo
Es la capilla que está contigua a la de la Virgen del Rosario. Esta capilla se construyó en el año 1757 a expensas de Don Francisco Portillo Pacheco, vecino del Picazo, Alguacil Mayor perpetuo de Motilla. Su construcción fue causa de numerosos pleitos con el Ayuntamiento y Cofrades de la Virgen del Rosario. El Obispado de Cuenca autorizó la construcción de la capilla y, cuando ya estaba terminada, de improviso y sin conocimiento de las autoridades eclesiásticas ni civiles, los albañiles comenzaron a romper la pared de la capilla del Rosario para hacer un arco grande de comunicación entre ambas. La finalidad de esta obra era el que desde su capilla pudieran ver el altar de la Virgen y seguir desde sus asientos los oficios religiosos que se celebraban en esa capilla. La intención última era cerrar el arco con una reja y mantener la nueva capilla para uso exclusivo de sus dueños. Los clérigos, el mayordomo de la Cofradía y numerosos cofrades protestaron ante ese atropello y, para impedir la continuación de la obra, consiguieron que metieran presos en la cárcel de Alarcón a los albañiles. No consiguiendo por las buenas que Don Francisco Portillo suspendiera la obra, interpusieron pleitos tanto en lo civil, ante la justicia de Alarcón y la Chancillería de Granada, como ante el Obispado de Cuenca. Después de dos años pleiteando y gastando dinero, el 2 de marzo de 1759 con la mediación de “una persona eclesiástica de grave autoridad”, llegaron a una transacción entre ambas partes. Se permitía mantener la apertura del arco, pero no se pondría reja y la nueva capilla podría ser usada por todos los vecinos, con reserva de unos asientos para los dueños. Cuando la familia Portillo se trasladó a vivir a Motilla, aprovechando esta circunstancia, se cerró el arco, habiéndose perdido la memoria de su existencia hasta que lo descubrí accidentalmente al realizar en 1960 la instalación eléctrica de la Iglesia. En la última reforma de la Iglesia se procedió a abrirlo nuevamente y actualmente se encuentra en el estado que tenía en el siglo XVIII.
La Sacristía
La actual sacristía se construyó en el siglo XVII y originalmente tenía salida directamente al presbiterio, como se ve en el croquis. En el siglo XVIII, fue cegada la puerta, al realizar una ampliación del retablo, abriendo una nueva puerta a la capilla de los Carrillo, del lado del evangelio. Por la misma causa se tapó también la ventana existente en el presbiterio.
Hacia 1960, al no existir el retablo, que había sido destruido durante la guerra civil, se devolvió la entrada a su lugar original. Nuevamente en la última remodelación se procedió a eliminar la puerta y a volver a poner la entrada por la capilla.
El coro alto
Construído en la segunda mitad del siglo XVIII a expensas del cura párroco D. Francisco Antonio de Moreda, para colocar el órgano que compró para la iglesia. En su testamento de 1771 deja ochocientos reales a su sobrino Joaquín de Moreda para que le agregue un registro más al órgano. De esa misma fecha son las cancelas de las dos puertas.
El órgano fue destrozado y quemado durante la guerra civil.
Fue construida por D. Mateo Gerónimo Villanueva en 1775 como oratorio privado, anexo a su casa, pero con una puerta a la calle para que pudieran asistir a las misas los vecinos que quisieran hacerlo.
Con fecha 6 marzo de 1775 otorgó escritura pública en el Picazo ante el escribano de Alarcón Francisco Javier Pérez Guevara por la que donaba a perpetuidad a la ermita de San Mateo una finca rústica en el paraje de las Caleras plantada con cuatrocientas olivas y mil setecientas cepas de viña para que “perpetuamente esté dotada para los reparos que en ella ocurran, para ornamentos y demás gastos precisos”.
Se nombró administrador de la ermita él mismo y después designó a los herederos que le sucedieran en la propiedad de la casa comenzando por su hijo D. Antonio Liberato Villanueva.
Con motivo de la guerra civil, en 1936, fue saqueada y quemada la imagen de San Mateo y los ornamentos dedicados al culto. A partir de esa fecha ya no volvió al culto y se usó, durante un tiempo, como escuela de niñas.
Desconocemos la fecha de construcción del molino original, que posiblemente fuera de origen árabe y ya existía antes de la conquista de Alarcón a finales del siglo XII. Al producirse la conquista, Alfonso VIII donó los molinos existentes entre la Noguera y la Losa al Concejo de Alarcón que fue el que construyó y reconstruyó el molino, en varias ocasiones. El actual edificio se debió construir a finales del siglo XVI o principios del XVII. El Concejo de Alarcón arrendaba el molino mediante subasta entre los vecinos. En realidad, lo que ocurría es que los nobles de Alarcón se repartían molinos, dehesas y demás bienes del Concejo entre ellos y se los transmitían entre los miembros de la familia como si fueran propios. Así vemos que en el Catastro de Ensenada, en las preguntas generales, el molino aparece como “de los propios del Concejo de Alarcón” y, sin embargo, en el libro de seculares, donde se describen las fincas, se afirma que es propiedad de Don Mateo Villanueva. El primer arrendatario que conocemos es Don Sebastián de Montoya, en el siglo XVII, y ya antes lo había tenido su padre. Posteriormente, en el siglo XVIII lo poseyeron Don Juan Francisco Villanueva y su hijo Don Mateo Villanueva. A mediados del siglo XIX, como consecuencia de la desamortización, fue subastado y lo adquirió y explotó Don Juan Francisco Fontán, vecino de Madrid. Ya en el siglo XX dejó de funcionar como molino y se le adosó, alrededor de 1920, una central hidroeléctrica, pasando el edificio del molino a utilizarse como casa del encargado de la central. Esta es la razón por la que este molino se conservó en buen estado y se salvó de la ruina y es el único molino que queda en pie a lo largo de la ribera del Júcar.
También se conservan restos de otro molino que existía hasta finales del siglo XIX en el otro lado del río y que por el prolongado abandono del edificio, una vez que dejó de funcionar la central hidroeléctrica, ha quedado reducido a las paredes en las que se conservan los arcos de piedra por los que pasaba el agua. Este molino harinero fue construido por el Concejo de Villanueva de la Jara en el siglo XVII para el servicio de los vecinos del pueblo. Desde sus comienzos estuvo arrendado a vecinos del Picazo que mantuvieron en funcionamiento el molino hasta que a finales del siglo XIX como consecuencia de la desamortización fue vendido a Antonio Luque Vivens, abogado, secretario de la Diputación de Cuenca. A principios del siglo XX se le adosó una central hidroeléctrica y el molino quedó abandonado y actualmente solo se conservan las paredes y las canalizaciones subterráneas.
Para el paso del río Júcar de este a oeste, en el tráfico local o el que conducía desde San Clemente hacia Valencia, se utilizaban algunos vados y algunas barcas, principalmente para el paso de grano a los molinos de uno y otro lado. Alarcón no permitía la existencia de puentes para evitar que los aprovecharan los ganaderos para no pagar el portazgo.
Aprovechando las guerras del Marquesado y la separación de Villanueva de la Jara de Alarcón, se construyó a finales del siglo XV, un puente de madera en San Benito.
Hacia mediados del siglo XVII, los vecinos del Picazo construyeron otro puente de madera en las afueras del pueblo, libre y gratis para todos.
Villanueva de la Jara trató en varias ocasiones de impedir la existencia de ese puente y en 1712 el Picazo entabló un Juicio ante el Real Consejo de Castilla para mantener su puente.
El puente del Picazo que comenzó siendo unos tablones de madera por los que se pasaba en las épocas en que el río tenía poco caudal, se fue apoderando del tráfico de la comarca y por su causa se cambió el camino de Sisante, que bajaba al puente de San Benito, al trazado que sigue la actual carretera. Así el Picazo pasó a ser un centro importante de comunicaciones entre Castilla y Valencia.
Dentro de los proyectos de la red de caminos promovida durante el reinado de Carlos III se encontraba el puente del Picazo.
Los vecinos del Picazo, viendo que se dilataba la reconstrucción del puente, se decidieron a construir, en 1808, su propio puente, a costa de los vecinos.
Se componía de unos pilares de piedra, que son los actuales, y sobre ellos se apoyaba una plataforma hecha con tablones de madera.
El Ayuntamiento estableció un peaje sobre el paso del puente, del que, como dijimos, estaban exentos los vecinos del Picazo, Villanueva de la Jara y los Rubielos, y con sus ingresos realizaban las reparaciones del puente y con el sobrante se pagó durante mucho tiempo el sueldo del maestro y otras necesidades municipales.
El Ayuntamiento siguió cobrando el peaje del puente hasta 1933.
Como no existía pantano alguno que regulara el río, la mayor parte de los años las grandes avenidas dañaban el puente, dejándolos inservible durante largos periodos.
Tras las inundaciones de diciembre de 1916, el Ayuntamiento se decide a encarar la reconstrucción del puente.
La obra proyectada consistía en eliminar la plataforma de madera del puente y sustituirla por unos arcos de mampostería que unieran los pilares y la colocación de barandillas de hierro. Con la construcción de los arcos, se elevó la altura del puente y así se evitaron los daños que causaban las avenidas.
Al carecer de fondos el Ayuntamiento, se recurrió a D. Agapito Lafuente Ayuso para que adelante el dinero necesario para realizar la obra.
Con esta obra se terminaron los problemas de las riadas y se aprovechó el puente para pasar por él la carretera de San Clemente a Motilla.
Es la casa situada en las cuatro esquinas, pegada al Ayuntamiento. Fue construida en el año 1584, según me consta en una leyenda que había en la fachada, que fue destruida en 1979 y que decía “Juan Hidalgo Carrillo me fezit anno de 1584”. Don Juan Hidalgo Carrillo fue uno de los primeros pobladores del pueblo y propietario de numerosas fincas, tanto de secano como de regadío. La casa ha estado habitada ininterrumpidamente por la familia Carrillo y sus sucesores. A principios del siglo XIX en la parte de la fachada principal, sobre la calle de Alarcón, se instaló un local comercial en el que existió durante mucho tiempo un comercio de tejidos. En 1979 se vendió este local y fue destruida la fachada, para construir una panadería. En la actualidad sólo se conserva el escudo.
Esta casa figura ya a principios del siglo XVII. Está situada en la calle de Alarcón y hace esquina con la calle Mayor. Hacia 1650 fue comprada por Don Domingo Pérez Carrillo a su cuñado Lorente López de Tévar. A la muerte del comprador, la casa fue valorada en la herencia en 24.120 reales y se partió entre sus cuatro hijos. A mediados del siglo XVIII, y, por los sucesivos matrimonios entre miembros de las familias Carrillo y Ruiz, terminó esta casa unida con la que los Ruiz de Monsalve poseían en la plaza. Entre 1947 y 1955 alojó el cuartel de la Guardia Civil que existió en el Picazo durante la construcción de la central hidroeléctrica. Hasta la última remodelación, conservaba en su interior una buena parte de la casa original. Actualmente queda la fachada principal con restos de un escudo nobiliario que fue destruido intencionadamente, desconociendo la época y los motivos. El último miembro de la familia Carrillo que la habitó, a mediados del siglo XIX, fue Don Pascual Pérez Carrillo.
La familia Ruiz provenía de Alarcón y durante un tiempo habitaron en la aldea llamada Casa de Ruiz, en la parte norte de la finca de la Varga. Todavía habitaban allí algunos miembros de la familia en 1716, según se desprende de varias escrituras públicas otorgadas por Doña Catalina Ruiz Palacios y Don Bartolomé Ruiz Palacios. La familia Ruiz emparentó con los Monsalve que provenían de la aldea de Mahora en el estado de Jorquera, en la actual provincia de Albacete. La casa actual, que está situada en la plaza cerrando con el edificio del mesón la esquina noroeste, debió ser construida en el siglo XVII y los primeros moradores de que hay constancia cierta fueron Don Andrés Ruiz Monsalve, casado con Doña María Pérez Carrillo, una de las herederas de la familia Carrillo. Entre los habitantes más notables de esta casa podemos citar a Don Domingo Ruiz Monsalve que fue alcalde en los años 1762, 1765 y 1777. También habitó la casa, en la primera mitad del siglo XIX, Don Tomás Ríus, Teniente Coronel del Ejército, natural de Barcelona. Este se había casado con Doña Alejandra Moreno Carrillo, hija de un militar del Picazo, que estaba destinado en Barcelona. Depurado por sus ideas liberales, Don Tomás Ríus se trasladó con su familia a vivir al Picazo y una hija suya, Doña Juliana Ríus Moreno casó con Don Martín Ruiz Conde, nieto de Don Domingo Ruiz Monsalve y propietario de la casa. Descendiente suya fue Asunción Ruiz Ríus, que casó con Julián Fernández Brunel y así llegó la propiedad de la casa a la familia Fernández, que la ha habitado a lo largo de un siglo. Es una de las casas antiguas mejor conservadas del pueblo y se encuentra en proceso de restauración.
Se encuentra situada en la calle de San Mateo. Ocupaba casi la totalidad de la manzana entre la calle del Horno y San Mateo, excepto la esquina entre la plaza y la calle de San Mateo. El primitivo edificio, que se había construido a comienzos del siglo XVII, perteneció a Don Diego de Lorca Figueroa, alcaide del castillo de Alarcón y en ella otorgó poder para testar a favor de su hija Magdalena de Lorca el 16 de septiembre de 1660. Pasó por herencia a su nieta Doña Magdalena de Lorca Zapata, casada con Don Fernando de Montoya. Los nietos de doña Magdalena, que habían trasladado su domicilio a la provincia de Albacete, vendieron la casa el 16 de diciembre de 1682 a Don Juan Francisco Villanueva y Montoya, que tenía su casa en la misma manzana, con fachada a la calle del Horno. Con esta compra y otros solares que poseía en la misma manzana reformó y amplió la casa a finales del siglo XVII. En esta casa estableció su domicilio su hijo Don Diego Antonio Villanueva quien, a la muerte de su padre, la unió a la casa de la calle del Horno, ocupando la mayor parte de la manzana. Ya en el siglo XIX, como consecuencia de la desamortización, se le agregó también el local que había sido el horno del Concejo y posteriormente escuela de niñas, que estaba situado en la esquina de la calle del Horno con la calle de Morales. A la muerte de Don Diego, en 1778, heredó la casa su hijo Don Juan de Villanueva que la habitó hasta su muerte en 1821. Don Juan murió soltero y la casa pasó a su hermana Doña Juana de Montoya, casada con Don Tomás de Haro Valenzuela, natural de Horcajo, caballero de la Orden de Santiago.
La familia López de Haro habitó la casa hasta 1900, en que, como consecuencia de disputas hereditarias a la muerte de Doña Lázara de Descatllar, viuda de Don José Patricio López de Haro, se dividió entre los herederos y posteriormente se vendió la parte que contenía la fachada principal, donde se construyó un molino harinero. Posteriormente fue restaurada y convertida en vivienda.
Actualmente está ocupada por el Centro Social. Aparece ya documentada su existencia a principios del siglo XVII.. A finales del siglo XVII la casa pertenecía a Don Fernando Villanueva que la incluyó en un Vínculo que fundó con sus bienes. Cuando se realiza el catastro de Ensenada en 1752, el vínculo pertenece a su sobrino Don Mateo Gerónimo Villanueva y la casa está descrita así:
Una casa en la poblacion deste lugar a la calle del rio, de havitación baxa en la que al presente vive, la que tiene de frente quarenta y ocho varas y de fondo veinte, con su corral, orno y dos pozos. Cavalleriza y bodega accesorios.
Además, anexo a la casa tiene un molino de aceite, el molino harinero del río y una huerta. Don Mateo Gerónimo Villanueva reformó la casa en el siglo XVIII y le agregó el escudo de armas que figura en la fachada. También construyó un anexo para oratorio particular dedicado a San Mateo, que corresponde al agregado que se halla al sur del edificio. A la muerte de Don Mateo, continuó habitando la casa su hijo Don Antonio Villanueva Aulestia, capitán de milicias, hasta su muerte, el 29 de setiembre de 1830. Posteriormente ocupa la casa su hijo Don Francisco de Paula Villanueva y Mena, caballero de la Orden de Alcántara y subteniente de milicias de Cuenca. Al fallecer sin sucesión, hereda el mayorazgo, y con él la casa, su sobrina Doña María Teresa Villanueva Perea, casada con Don Joaquín Baíllo, vecinos de Belmonte. A finales del siglo XIX la hacienda, y con ella la casa, fue dividida entre sus dos hijas Doña Mercedes Baíllo de Beldad y Moreno, casada con Don Ramón Melgarejo y Melgarejo, primer Marqués de Melgarejo y Doña Concepción Baíllo de Beldad y Moreno, casada con Don Fernando Moreno López de Haro. Esta es la causa de que actualmente la casa se halle dividida en dos partes. El Ayuntamiento compró la parte que correspondió a los Marqueses de Melgarejo y, gracias a ello, se ha restaurado, salvándose así el edificio más importante del Picazo.
Provenía Don Jerónimo Alfaro de una familia hidalga de La Roda. Fue Alcalde del Picazo en 1778 y regidor en varias oportunidades. De él descienden los Alfaro del Picazo. Construyó esta casa en la calle de Cantarranas en 1751, según consta en la inscripción que figura en la fachada.
Está situada en la calle de Alarcón y fue construida en el siglo XVIII. Según el catastro de Ensenada tenía 18 varas de frente y 9 de fondo e incluía corral, pozo y horno. Tiene unas buenas rejas. Don Melchor de Peñaranda, que la habitaba en el siglo XVIII, estaba casado con Doña Isabel Alfaro, hermana de Don Jerónimo Alfaro y fue alcalde los años 1748, 1751, 1754, 1759, 1766,1769 y 1776.
Está situada al comienzo de la calle de San Mateo. Fue construida a finales del siglo XVIII, exactamente en el año 1791, según consta en la leyenda de la fachada. “FRANCISCO XIMENEZ. SE IZO AÑO DE 1791”. Debió ser construida por el mismo albañil que la de Don Jerónimo Alfaro, por el parecido de las fachadas. Francisco Jiménez fue uno de los más importantes vinateros del Picazo en el siglo XVIII y transportaba su vino a Madrid, para lo que poseía una recua de burros. Debían tener fama los vinos del Picazo porque, según refiere Torres Mena en sus Noticias Conquenses, Madrid se abastecía en una buena parte de los vinos del Picazo y Sisante. Actualmente la casa se encuentra en estado de total ruina y solamente se mantiene en pie la fachada.
Existían en el Picazo otros edificios que han desaparecido completamente o de los que apenas queda algún resto:
Fue construida en el siglo XVII como morada de Don Esteban Portillo Cardos y su mujer Doña María Pacheco de Mendoza, descendiente del Marqués de Villena. Era la antigua casa parroquial. En esta casa nació y vivió Don Francisco Portillo Pacheco y todos sus hijos. Posteriormente Don Francisco trasladó su domicilio a Motilla del Palancar, donde es considerado como uno de sus más destacados personajes. La familia Portillo habitó la casa hasta finales del siglo XVIII y posteriormente pasó a ser casa parroquial. En su época, la casa ocupaba prácticamente la totalidad de la manzana, salvo una pequeña porción sobre la calle del Molino. Se conservó como casa parroquial hasta que en los años setenta se cometió la tropelía de destruirla. Actualmente sólo queda de recuerdo los escudos que existían en la fachada.
Otra casa que ha desaparecido casi por completo es la de la familia Cardos, que estaba situada en la calle de Cardos (hoy San José Obrero) y ocupaba casi toda la fachada norte, desde las cuatro esquinas hasta la panadería actual. La casa fue construida en el siglo XVII y disponía de horno, bodega y molino de aceite. En la actualidad no queda casi nada de ella, salvo algunas paredes en la parte de las cuatro esquinas. Cuando se realizó el catastro de Ensenada, en 1752 se encontraba partida entre dos hermanos, teniendo en total 60 varas de fachada y cuarenta de fondo. No se han encontrado fotografías de ella, pero tenía un magnífico patio rodeado de una galería en la entrada. De la misma época era la casa de labor llamada Casa de Cardos, construida en la Rambla, a mitad de camino entre Tébar y el Picazo. Fue construida por la misma familia en el siglo XVII y se utilizaba fundamentalmente para las tareas agrícolas. Estuvo habitada hasta mediados del siglo XX. Actualmente quedan en pie algunas ruinas.
La primitiva casa ya existía a fines del siglo XVI y pertenecía a Lucas Granero. En aquella época debía ser una de las casas mayores del pueblo. En ella tuvo lugar el cabildo abierto de 1599 en el que el pueblo, reunido a toque de campana, acordó renunciar a su derecho a nombrar las autoridades, dejándolo en manos del Marqués de Villena para así librarse de los manejos del Concejo de Alarcón que interfería permanentemente en los nombramientos. La casa actual fue remodelada y ampliada en el siglo XVII por Don Sebastián Granero, alcalde y regidor por los nobles de Alarcón durante muchos años. Fue uno de los primeros nobles de Alarcón que se establecieron de forma permanente en el Picazo, desde donde manejaban los asuntos del Concejo. A finales del siglo XVIII pasó a manos de la familia Pastor y Santiago Pastor Brunell la convirtió en posada hacia 1890, uso al que ha estado destinada hasta los años 60 del siglo XX. Tenía la fachada principal a la calle de la Iglesia y se conserva el arco de la entrada, que ha sido tapado en la última remodelación.
Era uno de los edificios más antiguos y emblemáticos del Picazo. Debía existir, al menos desde el siglo XIII. Sirvió de parada obligada en el largo camino que, de Alarcón llevaba a los confines del Marquesado, en la actual provincia de Murcia. En un principio debió ser propiedad del Concejo de Alarcón y posteriormente pasó a la familia Villanueva que lo poseyó hasta bien entrado el siglo XIX. En el catastro de Ensenada se lo describe así:
Pertenece al predicho Don Mateo [Villanueva] la casa mesón de este lugar la que tiene de frente veinte y siete varas y de fondo treinta. Linda por levante con la plaza de este lugar y por los demas aires con casas de los herederos de Andres Ruiz, vecinos deste lugar, el qual tiene arrendado Miguel Zerrillo…
El mesón estuvo arrendado por la familia Cerrillo hasta mediados del siglo XIX, en que se vendió. El mesón tenía amplios corrales y caballeriza para albergar a los viajeros. Terminó la actividad de posada hacia 1960 y actualmente se conserva poco de la construcción antigua, ya que fue destruida la mitad de la fachada para construir una nueva casa y mas tarde se volvieron a unir las dos partes en una sola casa.
La casa fue construida a fines del siglo XVII. Aparece descrita en el Catastro de Ensenada de 1752 (linda sur Pablo Carrillo tiene 32 x 7,50 varas).
Abogado de los Reales Consejos y Alférez Mayor perpetuo de Sisante. Dejó en su testamento a su sobrino D. Alfonso Miguel de Coy y Párraga todos sus bienes de Sisante y a su hermano Don Pablo Cardos Toledo lo dejó encargado de disponer del resto de sus bienes.
Fue construida a principios del siglo XVII.
Lázaro Fernández era maestro de ribera, constructor de presas, puentes y molinos. A esa actividad se dedicaron diferentes miembros de su familia desde el siglo XVI hasta el siglo XX. A partir del siglo XVII también figuran como maestros alarifes (albañiles).
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